Cuántos versos debo sufrir… cuántas, noches, debo cruzar, para combatir mi soledad… cuánto silencio, debo soportar, para no olvidarme de mí. Cuánto debo demostrar, para abrir mis ojos, y ver la realidad… cuántos, latidos, tengo que suspirar, para quedarme, sin trocitos que romper… cuántas, lágrimas, es este camino en ríos, que no tienen fin… Dime,
Sueños perdidos, bajo el camino, levantando adoquines amarillos… e intentando hacer que pierdas tu camino, seré los colmillos que muerdan tu cuello… seré tu destino, el final, donde tengas que dar un paso decisivo… Y tras la pared, estaré esperándote, tras los cristales, seré las lágrimas del cielo, y el reflejo de ti misma en
Y qué vais a hacer cuando un escritor se suicide… no tendréis más de él, ninguna palabra cruel, ninguna realidad fiel, será impuesta… salvo la sangre que en el suelo mancha tu parqué, eso te va a doler… porque escribo gracias a esta tentación a la vida, a veces me entran ganas de saltar por
Versos y más versos, me presento como desequilibrio del precio, yo, respeto, no merezco desprecio, pero tampoco aceptación del resto… amor y sexo, es el sudor que se funde entre tu cuerpo y mi voz, tu respiración y mi dolor. Lágrimas se escapan cuando la impotencia te agarra, la incapacidad para desmembrar tu alma del
Dime ¿de qué sirve ser poeta en tierras ajenas, en un lugar donde la mirada se pierde buscando letras, cabezas? Desesperas… y la falta de fuerzas es tu lema, competición, si no hay rival no hay don, y poco a poco crezco pero lento, ante la actitud de años en los que los escritos siguen
Qué importan deseos, sueños o objetos… qué importan las ideas que caen, los sentimientos que lloran, las lágrimas que escapan de ti… los mocos, se te acumulan en el cerebro, no sabes que pensar cuando tú eres tu propio problemo, lucho contra mi cerebro, y debería dedicarme a romperlo… golpearlo contra una pared hasta dejarlo