Un momento
He vuelto, tuve que, volver a sacarlo, para no caer rendido. Ha sonado el golpeteo en las profundidades, como un eco que resuena, lo he sentido, correr hacia mí a toda velocidad. Ha visto su oportunidad. Estaba ansioso, oculto. En letargo. A la espera de las lágrimas, la impotencia… a la espera de ese momento de debilidad, para alcanzar mi mano, y arrastrarme a la oscuridad, allá donde el dolor no existe, donde el silencio persiste. Y ha salido. No sé donde estoy. No escucho lo que dicen, y por mis mejillas caen lágrimas. He ido al espejo y me estoy viendo. No me ha dejado caer, y me ha encerrado.
Debe ser una tortura, sentir como poco a poco caes, y no dejarte. Levantar una y otra vez, ya no se convierte en un acto heróico, sino un acto inútil y masoquista. Es rabia. Es dolor. Es impotencia. Es una tortura, tenerlo, y que tome el control, porque no te deja caer, no te deja ir. Te fuerza y te arrastra. Te lleva a cuestas si hace falta. Entre lágrimas, entre gritos. No le importa nada.
Su objetivo es simple. Pura y dura supervivencia.
Tengo miedo, pero solo lo tengo a él.
Mierda.