El señor y la camarera.

Mientras se encontraba en la parte más sombría del bar, completamente apartado de las otras mesas y de la barra, bebía sorbo a sorbo su café con leche caliente, que siempre le pedía a la misma camarera, la única, que se atrevía a atenderle. Corrían muchos rumores sobre él… que venía sólo por la camarera, que si estaba solo, que si era un asesino, y muchas barbaridades más que siempre la gente comenta. Pero el caso es que a esa camarera no le parecía así, por eso lo atendía, y creo que él se dejaba atender, porque era la única que no lo trataba como los demás.

En su mesa, siempre tenía un bloc de notas, y cuando no lo traía utilizaba las servilletas, llegando a utilizar un montón escribiendo palabras y palabras que realmente no llegaba a entender, pero que al parecen correspondían a relatos. Su aspecto parecía dejado, se notaba que se rapaba la cabeza y de ahí continuaba de vez en cuando con la barba, pero, parecía muy descuidado. Vestía informalmente, casi siempre con ropas cómodas y que no llamaran mucho la atención, a veces con gorro, a veces con gorra, y su reproductor mp3 nunca dejaba de sonar, porque siempre que ella se acercaba, escuchaba una melodía de bombos y cajas.

Sus conversaciones siempre eran de la misma forma:

-¿Lo de siempre señor? – dijo ella intentando ver aparecer sus ojos bajo la gorra.

– Si… – dijo él casi sin levantar la cabeza.

Ella se alejó, y le trajo su café con leche, caliente pero no hirviendo, y con dos sobrecitos de azúcar. Y poco a poco iba sorbiendo mientras escribía, siempre escribiendo…

– Es mi descanso señor, puedo tomarme un café con usted…

El hombre paró de escribir, y alzó poco a poco la cabeza, primero viendo aparecer el uniforme de camarera, y luego mirando a la camarera que siempre le atendía. Él asintió con la cabeza, haciendo un parpadeo suave, mirándola fijamente. Ella cogió su café y se sentó con él. El tiempo pasaba y ninguno de los dos hablaba, parecía una situación tensa, pero raramente era al contrario, era una situación tranquila, porque mientras ella miraba su café, él escribía; mientras ella intentaba ver lo que escribía, él bebía un sorbo de su café.

-¿Puedo preguntarle cómo se llama? – dijo él sacándola de sus pensamientos.

Ella volvió a bajar la cabeza y después de un rato mirando su café dijo, sin despegar los ojos del café:

-¿Puede decirme para quién escribe? – dijo ella.

Él volvió a seguir escribiendo, a veces ella parecía ver versos, a veces textos, pero tenía una gran curiosidad. Quería conocerlo. Entonces él cogió un trozo de servilleta y escribió algo, recogió sus cosas y se marchó, dejándola… a ella, y a la servilleta.

Ella subió la cabeza y cogió la servilleta, le dio media vuelta, y leyó lo que él había escrito…

«Cómo decirle para quién escribo, si no me dice su nombre»


5 Comments

  • iNDigestA miércoles, 12 abril, 2006

    .
    .
    . . . Es TUYO?

    Mencanta.

    MENCANTA.

    Buff……..cómo mencanta.

  • Mis reflexiones... miércoles, 12 abril, 2006

    iNDigestA: Es mio…

  • iNDigestA miércoles, 12 abril, 2006

    .
    .
    . . . Me has sorprendido.

  • iNDigestA sábado, 6 mayo, 2006

    .
    .
    . . . QUiERO
    este relato para mi próxima exposición.

    He estado leyendo otros, mientras buscaba este y también una vez encontrado, unos me han gustado más, otros menos . . .
    pero el que quiero es ESTE.

    Préstamelo, para que juegue con él.

  • Mis reflexiones... sábado, 6 mayo, 2006

    iNDigestA:Vale… mientras pongas referencia, yo te dejo lo que quieras…

    Ya me contarás…

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